El aguijón

Mi querido amigo/amiga .

Con frecuencia me gusta observar qué me digo en los momentos más bajos: qué me cuento y de qué manera me hablo. Porque esas palabras tienen verdadera importancia: dejan huella en nuestro interior y, como ya sabemos, en nuestras células.

A veces, sin darnos cuenta, eso que nos decimos puede herirnos como un pequeño aguijón que se clava, repitiendo el dolor en cascada en lugar de aliviarlo.

En realidad, el mayor consuelo en esos momentos bajos es el afecto , el cariño, la amabilidad, la comprensión y el recogimiento, comenzando por validarnos y acogernos con sincera humildad y entendiendo nuestra humanidad.

¿Y si aprendiéramos a hablarnos y a tratarnos con más ternura y compasión en esos momentos? Sería ideal desplegar todo un protocolo de actuación.

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