Mi querido amigo/amiga
Cuando hablo de dolor, me refiero a ese que sufrimos todos, ese que nos invade cuando nos sentimos heridos. Es en esos momentos cuando más necesitamos reconfortarnos de distintas maneras: quizás con un abrazo, una palabra dulce y sincera de algún amigo cercano que nos recuerde que no estamos solos.
En esos momentos aflora en nosotros el niño o la niña que fuimos , con su necesidad de cuidado y ternura. Y es ahí donde un gesto cálido, una caricia, una presencia cercana pueden aliviar el peso de nuestro corazoncito, recordándonos que es de carne, no de piedra.
Si alguna vez me siento dolida, me trato con afecto. Voy más despacio, escucho lo que mi cuerpo y mi alma necesitan. Darnos el espacio y el tiempo suficiente para sanar y recuperarnos. Porque, aunque no lo parezca, somos muy delicados, incluso dentro de la grandeza y la fuerza que poseemos.
