Si somos capaces de transmitir serenidad en momentos de confusión, algo transformador sucede. No basta solo con las palabras: La apuesta es hacerlo con todo nuestro cuerpo —con la mirada, el tono de voz, los gestos, todo esto se manifiesta con nuestra presencia y es cuando realmente logramos tender un puente hacia el otro. En esos instantes en los que deseamos verdaderamente aportar calma y apoyo, entonces emerge una compasión sincera.
Es ahí, en ese acto completo y entregado , cuando sentimos ese bienestar que nace desde lo más hondo. Un bienestar que no se explica, se siente. Y cuando logramos ofrecerlo con todo el corazón, algo cambia —en el otro, y en nosotros.
Eso, amigo, es profundamente reparador . Es saludable. Es único. Es un acto de humanidad que nos deja como regalo, un pedacito de cielo dentro.
¿Trabajas tu presencia para aportar serenidad?
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