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Publicado: 01-08-2023
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Raquel Agelán No era por las calles limpias, ni por lo cuidado de los tejados y fachadas de sus casas, ni por las flores de sus jardines, ni por la hermosa fuente de la plaza, ni siquiera por la montaña encantada o por el aroma a azahar que se respiraba en primavera por lo que Esperanza era la ciudad más bella del mundo . Lo que hacía de Esperanza un lugar especial era su gente, que con su generosidad y hospitalidad habían hecho de la ciudad un sitio único en la tierra. Por raro que parezca, nadie hablaba mal del otro, ni se empeñaba en encontrar los defectos de su vecino. Con cariño y paciencia habían aprendido a comprenderse y respetarse. Quizás a ello contribuía el que no se conociera el dinero y que cada uno ofrecía un poco de lo que tenía según sus bienes y conocimientos.

                Los que allí vivían contaban que la montaña estaba encantada porque en ella había quedado atrapado un espíritu en su camino al cielo . Era un espíritu travieso y revoltoso al que le gustaba jugar con una pelota amarilla que lanzaba cada mañana con fuerza hacia el este a la que los habitantes de Esperanza llamaban sol; y con una pelota blanca que llamaban luna pero esta debía ser más difícil de atrapar y por eso tomaba distintas formas. Así se hacía de día y de noche en Esperanza.

                Se sabía que al espíritu le gustaba la música: las cigarras, los grillos y cientos de pajarillos junto con el viento habían formado una orquesta . Las noches que había concierto, el espíritu adornaba el cielo con unas luces que los habitantes de Esperanza llamaban estrellas. Aunque recientemente hubo que suspender los ensayos: el viento se había resfriado y en los sostenidos y bemoles golpeaba con fuerza las ventanas y puertas de las casas, causando alguna que otra pequeña molestia entre los vecinos.

                Cuando el espíritu se sentía feliz rompía a llorar de la emoción y enjugaba sus lágrimas en enormes pañuelos blancos que los habitantes de Esperanza llamaban nubes . El espíritu se divertía esprimiéndolos. Era una de sus travesuras favoritas: caían gotas y gotas que hacían crecer los sembrados y las flores.

                A los niños de Esperanza les gustaba jugar por la falda de la montaña. Cuando el espíritu sentía los piececillos de los chiquitines corretear entre los árboles no podía parar de reír, le hacían cosquillas .

                En Navidad , cuando Esperanza adornaba sus calles el  espíritu vestía de blanco la montaña con un manto frío y  helado y por sus laderas de deslizaban mayores y pequeños.

                Cierto día y desde muy lejos, llegaron cuatro hombres a Esperanza. Los vecinos, como siempre, no dudaron en colmarles de atenciones. Les ofrecieron  su hogar, comida y cariño. Los forasteros quisieron corresponder, pero de donde ellos venían la gente no sabía ofrecer un poco de sí misma y en pago a la acogida que los habitantes de Esperanza les habían dispensado, les entregaron unas pequeñas esferas de un llamativo color que los ciudadanos de Esperanza nunca habían visto . Los forasteros explicaron que eran de monedas de oro. En su país quien las tenía era rico y poderoso. Los habitantes de Esperanza no sabían que era el oro pero les gustaron tanto aquellos objetos que decidieron ser ricos y poderosos sin saber lo que era. Y fue así como en Esperanza, siguiendo las indicaciones que dieron antes de partir aquellos caballeros venidos de lejos, niños y grandes comenzaron a buscar oro. Poco a poco, la gente comenzó a olvidarse del vecino y también a romperse el clima de concordia . Las discusiones empezaron a ser frecuentes porque los habitantes de Esperanza ya no sabían dialogar solo había acuerdo en que todos eran ya ricos y poderosos,  por eso decidieron cambiar el nombre a la ciudad que pasó a llamarse la Ciudad del Poder.

                Nadie era feliz. Los niños ya no reían como antes y en su búsqueda del oro apenas tenían tiempo para jugar. El espíritu estaba triste porque se habían olvidado de él. Ya no sentía cosquillas. Pero llegó un momento en que no aguantó más: una tarde tiró la pelota amarilla con tanta fuerza que nunca más se vio. Y fue así como en la Ciudad del Poder no lucía el sol .

                En la Ciudad del Poder siempre era de noche . La montaña ya no se vestía de blanco y no caían gotas del cielo que hicieran crecer los sembrados y las flores. L os niños se dirigieron a la montaña para hablar con el espíritu: Echamos de menos el sol- le dijeron. Pero no hubo respuesta…seguía siendo de noche

                El más pequeñín de todos dijo  a sus amigos: ¿Os acordáis como le gustaba la música al espíritu? Siempre adornaba el cielo cada vez que  había concierto… ¿Y si reunimos a los pajarillos, a las cigarras y al viento otra vez?

                Los pajarillos dijeron nuestro piar es monótono, las cigarras que se habían quedado afónicas…Pero el viento había viajado hacia el norte y era el solista. Los muchachos acordaron ir en su búsqueda. Y como sus padres estaban demasiado ocupados en busca del oro decidieron partir sin decir  nada. Dejaron atrás lo que antes fue Esperanza y anduvieron mucho mas allá hasta dar con el viento.¿ Puedes venir con nosotros y regresar a la orquesta?- le preguntaron. Me es imposible dijo el viento- bailaré con las aspas del molino todo el invierno.

                Los pequeños regresaron cabizbajos a la ciudad cuando oyeron el repicar de una campana a la que nunca habían prestado atención. La campana dijo: Oí lo que hablabais con el viento, no puedo moverme de aquí pero puedo enseñaros notas musicales con las que componer cualquier melodía y la campana dijo: DO, RE, MI, FA, SOL, LA, SI, DO….

                Los niños aprendieron las notas y regresaron de nuevo a la ciudad.

                En la Ciudad del Poder llegó el día en que los mayores no encontraron más oro. Se dieron cuenta de que los niños no estaban y se lamentaron de haber pasado su tiempo buscando aquel. Decidieron cambiar el nombre a la ciudad y volvieron a llamarla Esperanza. Con todo el oro acumulado decidieron hacer una pelota gigante y la subieron por la ladera de la  montaña y el espíritu la lanzó de nuevo al cielo y comenzó a brillar el sol. Los niños entonaron una melodía con las notas musicales que les había enseñado la campana y el espíritu se puso a llorar de la emoción y dibujo siete franjas de colores distintos formando un arco en el cielo.

                Por eso, cada vez que llueve y hace sol se dibuja un enorme arco de colores en el cielo para recordar que la felicidad es posible en esta tierra … y puede que si cerráis los ojos y tratáis de ver con el corazón tras ese arco colorido veréis al espíritu con su pelota amarilla llorar de la emoción. Más aún, veréis ESPERANZA .

Por NOYA TRUJILLO

A mi padre