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Publicado: 23-02-2023
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Raquel Agelán Había una vez un niño llamado Yerai, al que cariñosamente llamaban "rubiales cara pañales" , cuya peculiaridad se escondía en su boca. Cuando abría sus labios, no revelaba una lengua, dientes o amígdalas, sino un universo entero. Su garganta albergaba algo más que palabras; contenía el cielo en su totalidad.

Cada vez que Yerai abría la boca, las estrellas parpadeaban en su garganta como diamantes titilantes en la noche . Los planetas giraban en su interior, formando órbitas perfectas que solo él podía contemplar mirándose al espejo con la boca abierta. Los ríos fluían, serpenteando entre sus amígdalas, y los minerales y volcanes arrojaban chispas de luz y lava en cada suspiro que daba. El sol, resplandeciente y cálido, estaba anidado en el centro de su garganta, irradiando una luz dorada que calentaba su cuerpo desde adentro.

Yerai, desde muy pequeño, se dio cuenta de su don especial, pero lo mantuvo en secreto. A menudo, en las noches estrelladas, miraba al cielo y suspiraba profundamente, cargándose de polvo de estrellas, dejando que el universo entero brillara desde su interior. Sabía que estaba hecho a imagen y semejanza del planeta, un pequeño reflejo de la grandeza de Dios.

Sin embargo, había algo más que Yerai descubriría en su viaje a su interior. Una preciosa mañana en la escuela, conoció a una niña llamada Raquel . Cuando sus miradas se encontraron por primera vez, algo mágico sucedió. Los ojos azules de Yerai comenzaron a brillar con una intensidad que nunca había experimentado. A medida que su amistad creció, se convirtieron en inseparables. Yerai se dio cuenta de que la dulzura y la calidez brotaban en su interior.

Cada vez que abrazaba a Raquel, cada vez que compartían risas y secretos, su mirada se hacía más intensa y su garganta se iluminaba aún más. Era como si el cariño que sentían el uno por el otro alimentara la luz que brillaba en su interior . Y esa luz no solo los envolvía a ellos, sino que también irradiaba a todos los que les rodeaban , contagiando sus vidas de paz y alegría.

Con el tiempo, Yerai y Raquel comprendieron que su afecto era tan grande como el universo entero que vivía en la garganta de Yerai. Juntos, exploraron el cosmos en su interior y compartieron sus sueños y esperanzas. Descubrieron que la magia de su amor podía cambiar el mundo exterior, inspirando a otros a abrazar la belleza que llevaban dentro.

Así, Yerai, el niño con el cielo en la garganta, y Raquel, la niña que hacía brillar su luz, compartieron como amigos una vida llena de afecto y aventuras, mostrando al mundo que todos llevamos un universo dentro de nosotros , y que el amor puede hacer que ese universo brille más intensamente que nunca. De esta manera, su historia se convirtió en un cuento de luz que iluminó los corazones de todos los que tuvieron el deseo de conocerlos.