
Mi querido amigo/amiga .
Cuando actuamos desde un lugar de sacrificio por los demás, convencidos de que "tenemos" que hacerlo, el precio que pagamos en ocasiones es el resentimiento, aunque no lo reconozcamos de inmediato. A veces, estos sacrificios son como pequeños gestos: asistir a un lugar al que no queremos ir, aceptar una petición que no nos nace cumplir, ceder más de la cuenta.
Sin embargo, notamos que la amargura aparece cuando la otra persona, desde su libertad, decide no corresponder. Imagina que, tras muchas concesiones por tu parte, un día pides algo sencillo y recibes un “no, no me apetece ir contigo al cine”. En ese instante, surge el pensamiento: “¿Cómo es posible? ¡Con todo lo que yo he hecho por ti!” . Pero esa respuesta no nace del amor, sino de una deuda autoimpuesta y nunca negociada.
El amor más bonito lo damos desde la libertad y el deseo sincero , no desde el deber o la obligación. Actuar desde este tipo de sacrificio nos puede cargar de expectativas y condiciona nuestras relaciones.